En contra del mito asentado, España no fue neutral durante la Segunda Guerra Mundial. Al contrario, se convirtió en un escenario más del conflicto bélico con un papel decisivo para que los Aliados pudieran llevar a cabo su desembarco en el norte de África en 1942. Para ello, las comunicaciones españolas fueron interceptadas por ambos bandos, su producción controlada, sus medios de prensa fueron censurados, y en su territorio operaron centenares de espías. Franco sacó un gran rédito de hacer creer, falsamente, a los españoles que había librado al país de los horrores de la Segunda Guerra Mundial, cuando, en realidad, fueron la diplomacia y el espionaje británico los que jugaron un papel esencial en el mantenimiento de la neutralidad española