El libro analiza el capitalismo desde su aparición con el comercio internacional de mercaderes de textiles, especias, esclavos, etc. Ellos, como los capitalistas modernos, se caracterizan por su intención de maximizar sus ingresos en competencia con otros. Y la competencia determina la fijación de los precios de los bienes. Para maximizar los ingresos los capitalistas han venido multiplicándolos mediante la creación de bienes nuevos en sucesivas revoluciones industriales. Inglaterra desarrolló la primera revolución industrial en el periodo 1700-1862. Se basó en la energía del carbón, la máquina de vapor y el desarrollo del ferrocarril. Estados Unidos realizó la segunda revolución industrial, basándose en el desarrollo de la electricidad y del motor de combustión interna. Este dio lugar al desarrollo del transporte por carretera, de la aviación, etc. La tercera revolución industrial se produjo por el desarrollo de las tecnologías digitales, en el periodo alrededor del año 2000. Pero en estas revoluciones el Índice de Productividad Total fue cada vez menos elevado. Y el periodo de intensificación de la económica fue más corto.
Por otro lado, se produce una polarización de la riqueza entre la burguesía y los trabajadores. Se acelera la destrucción de ecosistemas, la contaminación ambiental crece y se agudiza el cambio climático. Estos factores muestran la crisis del capitalismo. Ante este panorama, muchos profesores de las Facultades de Economía de Europa y de Estados Unidos proponen "repensar" y "reimaginar" el capitalismo. Y el Foro Económico Mundial propone "resetearlo". Por otro lado, como la crisis del capitalismo no mejora, la burguesía ha decidido impulsar la llamada cuarta revolución industrial, mediante el desarrollo de la inteligencia artificial, nanotecnología, Internet de las Cosas, robótica, ordenadores cuánticos, vehículos autónomos, impresoras 3D, etc. Pero muchas de estas tecnologías son peligrosas para la vida (como lo está demostrando la IA) y se prevé que reduzcan drásticamente el empleo.