La obra de Espido Freire nos transporta al mal oculto en cada uno de nosotros, donde subyace sutilmente una violencia ejercida a menudo mediante vías opresivas simbólicas, invisibles incluso para los propios personajes, especialmente los femeninos. “Universo femenino y mal. Estudio crítico de la narrativa de Espido Freire”, publicado porla Universidad Autónoma de Madrid, propone un viaje a través de la narrativa espidiana a las deliciosas y oscuras cavernas del ser humano, a nuestra propia imagen perversa, reprimida y proyectada en el espejo, inmersa en la angustia, la muerte y la violencia.
P. Usted habla de “la raíz malvada del ser humano”. ¿Qué debemos entender por este concepto?
R. Significa que somos, por naturaleza, desde el nacimiento, malos. El mal está enraizado en el propio ser humano, forma parte de él, y, desde esta perspectiva y siguiendo a Kant, es un “mal radical”.
P. ¿Qué aporta la literatura al conocimiento de esta condición humana?
R. Entiendo la Literatura, al igual que la Filosofía, como la exploración metafísica del ser humano alrededor de sí mismo y su entorno, siempre vivas, dinámicas y aferradas al ser humano aunque lo trasciendan. Sin embargo, la Filosofía parte de la abstracción teórica, y la Literatura del ser humano de carne y hueso. El filósofo crea sobre la vida espontánea una vida de pensamientos, sistematizada (esto ya lo dijo María Zambrano), mientras que la novela acepta al hombre tal y como es, malvado, contingente, contradictorio, mortal.
P. ¿Qué lugar ocupa “el mal” en la obra de Espido Freire?
R. La narrativa espidiana nos sumerge en un universo catalizador del mal, entendido como una substancia universal con entidad propia, construido a través de la alteridad y la violencia simbólica que puede conducir a la rebelión de los personajes femeninos –los eternos protagonistas de sus textos– participando también ellos del mal, en ocasiones más allá de lo simbólico. Pero el mal es un concepto profundamente amplio y polisémico dentro de un sujeto marcado por la angustia, la “enfermedad mortal” kierkegaardiana. La violencia puede ser una de sus consecuencias inmediatas. Sin embargo, solemos valorar a menudo tanto el mal como la violencia desde su apariencia externa y desde la alteridad. El mal sonlosotros, la violencia es ostensible. Por el contrario, la obra de Espido Freire remite al mal oculto en todos y todas, donde subyace sutilmente una violencia ejercida a menudo mediante vías opresivas simbólicas, invisibles incluso para los propios personajes, especialmente los femeninos.
P. ¿Qué busca la autora al abordar esta faceta del ser humano en sus novelas?
R. Al igual que yo a través de este ensayo, creo que pretende romper el refugio seguro que a todos nosotros, los que no nos apartamos demasiado de una supuesta “normalidad”, los que no apuñalamos, ni envenenamos, nos permite creer que el mal es abstracto y ajeno. En definitiva, se trata de devolver nuestro monstruo proyectado en el espejo al sujeto en él reflejado.
P. ¿Cómo vincula la escritora el mal al universo femenino?
R. Las personas necesitamos proyectar nuestro propio mal en los demás. De ahí parte la xenofobia, la homofobia o la misoginia, sentimientos irracionales contra el otro. Es precisamente la falta de justicia lo que lleva a los personajes femeninos de Espido Freire a buscar la reparación por sí mismos. Sin embargo, el castigo puede representar no tanto un instrumento de justicia sino de venganza. Esto lo vemos en la desmesura de los crímenes imaginados y/o ejecutados en sus textos. Establezco una tipología flexible de cuatro tipos de personajes femeninos espidianos: mujer pseudofatal, frágil, malvada y víctima-verdugo.
P. ¿Qué rostros del mal son los que más le interesan a esta autora?
R. Siguiendo la clasificación anterior, el tipo que más me interesa a mí –y creo que también a la autora– es el de la mujer víctima-verdugo: mujeres aparentemente frágiles que pueden llegar a ser despiadadas... como casi todos nosotros. No obstante, a Espido Freire no le interesa analizar tanto las acciones sino el origen de esas acciones, en las que adivina un propósito oscuro que no siempre llega a manifestarse debido a la frágil contención de las convenciones sociales. Pero ¿somos menos culpables, si no ante la ley, al menos ante nuestra conciencia, de desear la muerte o el mal a alguien? Por otro lado, si nadie supiera lo que hacemos y no hubiera consecuencias, ¿de qué acciones malvadas seríamos capaces?
P. ¿Y cuáles le interesan menos o no aborda en sus textos?
R. Espido Freire ha tratado menos el mal criminal en sus textos, el de los típicos “malos del cuento”. No obstante, sí hay personajes femeninos que se deleitan en formas extremas del mal, algunos por trastornos mentales (psicopatía o psicosis) y, otros, por puro amor al mal.
P. ¿Qué aporta la obra de Espido Freire al tratamiento que la literatura y la filosofía han hecho de este tema?
R. Espido Freire nos devuelve con gusto, por medio del juego literario como sublimación del fantaseo infantil, nuestro monstruo sumergido en el espejo. Proyecta así una gran urna de cristal claustrofóbica donde nuestro deseo de hacer el mal se desvela sin pudor. Resulta catártica en el sentido trágico, pues supone la confrontación pero también la purificación de las pasiones, tamizadas por la técnica, el estilo, la estética, el Arte, frente a la vulgaridad de los fantasmes en bruto. En definitiva, expone en toda su crueldad el mal que anida en cada persona, mujeres y hombres unidos por la presencia radical del mal.
P. ¿Cree que el tratamiento de esta cuestión ha evolucionado en la obra de la escritora?
R. Espido Freire dibuja en Irlanda (1998) un mapa boscoso y misterioso donde la naturaleza interactúa en los rituales de vida y muerte, en Donde siempre es octubre(1999) desarrolla un espacio angustioso de voces narrativas en contrapunto sin fin, en Melocotones helados (1999) nos enseña el poder de las historias no contadas, del olvido y de la muerte, y en Diabulus musica (2001) se vale de la interdiscursividad musical para adentrarnos en el mal, en la angustia. En Nos espera la noche (2003) retoma todos estos elementos en una inquietante atmósfera entre lo épico y el cuento de hadas, donde no hay consuelo ni esperanza, y sólo nos espera la angustia, tiempo eterno y vacío, la noche. Como Irlanda, Soria Moria (2007) se basa en la rivalidad entre adolescentes en lucha por la supervivencia, una supervivencia en la que fracasa la princesa Cristina de Noruega en La flor del norte (2011), quien nos ofrece jirones de vida parciales que sólo cobran sentido al final, aunque aquí construidos con una maestría de la retórica de la ocultación que muestra la evolución de Espido Freire hacia unas líneas más depuradas, sutiles y sugerentes en la relación ambigua del bien y el mal.
P. ¿Qué tienen en común la obra de Espido Freire y la reivindicación de la mujer en la sociedad actual?
R. Que a las mujeres se las trate como a individuos multidimensionales, con sus aristas y contradicciones, y no como a miembros de un grupo en abstracto. Tal y como señala Margaret Atwood, si se inventa un personaje femenino por qué no poder describirlo como alguien capaz de sentir todas las emociones del ser humano –odio, envidia, rencor, codicia, ira y miedo, y también amor, piedad, tolerancia y alegría–, sin tener que presentarla como un monstruo, una rareza o un mal ejemplo. De hecho, las mujeres, al margen de arquetipos estéticos, pueden ser malvadas, profundamente crueles, arteras, difamadoras, mentirosas y asesinas... exactamente como los hombres. Y es que si algo nos une, a mujeres y hombres, es el mal.
El libro se presentó ayer en el espacio UNE de la Librería del BOE de Madrid (C/ Trafalgar, 27; metro Quevedo). Intervinieron: Espido Freire, escritora; Margarita Alfaro (2i), vicerrectora de Relaciones Institucionales, Responsabilidad Social y Cultura de la UAM; Ana María Goy, directora del Servicio de Publicaciones de la UAM (1i); y el autor.