"Conócete a tí mismo", decía en Delfos hace 2.500 años. Este imperativo filosófico invita a centrarnos sobre lo que somos, sobre nuestra identidad. Es como si tuviéramos que observar un retrato, o mirarnos en el espejo, y encontrar una fórmula, una definición de uno mismo.Conocerse a sí mismos es una misión que entra en conflicto con la noción de libertad, de capacidad de cambiar, de metamorfosearse que tienen ciertos humanos, o quizás todos. Somos animales mutantes, y nuestras decisiones parecen a veces totalmente azarosas, sumergidas en nuestro subconsciente.
Del ápeiron a la alegría, la subjetividad en Deleuze investiga la cuestión del sujeto en el siglo XXI, a partir y más allá del pensamiento del autor francés. El objetivo es reconocer la profundidad diferencial y el devenir de nuestro ser, su ontología caótica y mundana, para perfilar la ética o la etología del nómada. Y en el horizonte, como espíritu de fondo del camino filosófico y vital, la alegría entendida a la manera de Spinoza, como el sentimiento de una mayor perfección adquirida.