La recuperación de las óperas de Haendel forma parte hoy de la «justa restitución» del fabuloso teatro musical de los siglos XVII y XVIII, junto a Claudio Monteverdi, Jean-Baptiste Lully o Jean Philippe Rameau.
Ya se trate de reconstrucciones históricas o de relecturas contemporáneas, las óperas de Haendel pueblan los escenarios con el potente carácter de sus personajes, la vehemencia de sus protagonistas femeninas, las tensas relaciones con el poder de los soberanos, las complejas urdimbres afectivas y, por encima de todo, el inaudito despliegue de medios musicales.
Trascendiendo los códigos de la ópera seria del Settecento, Haendel multiplicó las posibilidades de las arias y los conjuntos, introdujo nuevas configuraciones de la escena y renovó las posibilidades expresivas del bel canto clásico. Sus personajes no representan estereotipos, sino seres de carne y hueso que expresan con sus voces las paradojas de su existencia. La dramaturgia de la música haendeliana no conoce confín: desde mazmorras a jardines encantados, altares ritualizados o arrebatos de locura –uno de los temas predilectos del siglo XVIII– voz y orquesta crean paisajes imaginarios, en los cuales el conflicto entre amor subjetivo y deber objetivo encuentra su escenario de despliegue musical.