Bárbara Boloix Gallardo, Doctora en Filología Árabe por la Universidad de Granada, actualmente profesora en el Departamento de Estudios Semíticos de la Facultad de Filosofía y Letras de Granada y autora de numerosas investigaciones y publicaciones como "Las sultanas de la Alhambra. Las grandes desconocidas del reino nazarí de Granada (Siglos XIII-XV)", ha sido tan amable de atendernos y prestarse a contestar las siguientes preguntas:
P. Respecto a su publicación “Las sultanas de la Alhambra. Las grandes desconocidas del reino nazarí de Granada (Siglos XIII-XV)”. ¿A qué cree que se debe el olvido o desconocimiento de las mismas?
R. La primera gran razón, que ya expuse en la introducción del propio libro, es el carácter eminentemente masculino de la historiografía árabe medieval. Las crónicas y la mayor parte de las fuentes que se producían en dicha época eran escritas por y para hombres. A ello hay que añadir la concepción de la mujer en la cultura islámica como un ser perteneciente a la esfera privada de la vida y de la sociedad, razón que llevaba a querer protegerla física y vitalmente del exterior, ya que en la mujer recaía el honor familiar. Esta combinación de circunstancias llevó a silenciar la existencia de las mujeres en las fuentes, lo cual no implica en modo alguno que éstas no tuvieran peso en aspectos como la sociedad, la economía o la política. El caso de las sultanas nazaríes es un ejemplo de ello, al igual que lo son los colectivos femeninos de otras dinastías islámicas medievales; son mencionadas en las crónicas pero no tanto como los sultanes o los varones de la familia nazarí, a pesar de la gran importancia que algunas de ellas alcanzaron. Esta coyuntura me llevó pues a tener que buscar y rebuscar datos en fuentes de todo tipo para encontrar la información que había disponible sobre dichas féminas y ensamblarla.
P. ¿Hasta qué punto fue importante e influyente el papel de la mujer en el reino nazarí de Granada en el periodo estudiado?
R. Al igual que sucede en la actualidad, la mujer era un pilar básico de la familia y, por ende, de la sociedad en la Edad Media a todos los niveles. Las duras circunstancias del sector masculino en dicho periodo y su alto nivel de mortandad por guerras, asesinatos políticos en el caso de las dinastías, etc., dejaba a estas mujeres en muchas ocasiones en primera línea de actuación. Así, junto a sus competencias domésticas y familiares habituales tenían que asumir también las riendas de la economía o de la política. Este fue precisamente el escenario de la Alhambra. Teniendo en cuenta que, de los 23 sultanes de la dinastía nazarí, al menos 13 de ellos fueron asesinados en crímenes políticos, las mujeres que los rodeaban (madres, esposas, hermanas, incluso abuelas) tuvieron que ejercer papeles considerados entonces “varoniles”. Si a ello sumamos las pugnas entre e
sposas legales y concubinas por que sus respectivos primogénitos heredasen el poder, la situación se complica aún más, llevando a las mujeres a tener que ingeniárselas para participar de forma activa en la política, ya que de ello dependía tanto su futuro como el de sus propios hijos. Hay que considerar también que las mujeres en la sociedad islámica medieval tenían derechos jurídicos y capacidades económicas.
P. ¿Cómo fue el proceso de investigación y en qué fuentes se basó para obtener los datos más concluyentes? ¿Qué peso específico tuvo la labor de consulta de documentación existente en la elaboración del libro?
R. Para elaborar este trabajo tuve que desarrollar una labor de búsqueda de datos muy intensa y extensa, en un abanico muy amplio de fuentes. Desde crónicas, diccionarios biográficos, tratados políticos, jurídicos y médicos hasta diwanes de poesía, obras hagiográficas o actas documentales, seguidos de un largo etcétera, porque hasta en las fuentes más insospechadas podías encontrar información. Esta labor de rastreo en fuentes medievales o modernas, tanto editadas como en estado manuscrito, me llevó muchísimo tiempo. Aparte iba plasmando los datos que iba encontrando sobre estas mujeres en un árbol genealógico de la familia nazarí que yo misma iba completando y modificando manualmente a lápiz, para establecer las relaciones de parentesco de estas féminas con los distintos miembros de dicho linaje. En esta labor fui muy consciente de que era ya hora de que existiese un árbol genealógico de toda la familia nazarí que reflejase también a sus mujeres, hasta entonces nunca plasmadas, porque ellas también fueron parte integrante de la dinastía y, por ende, de su historia.
P. En su libro también se habla de los espacios que habitaban las mujeres, ¿puede hablarnos un poco sobre ello?
R. Realmente ese apartado es, tal vez, el menos científico de mi libro, ya que se basa en meras conjeturas, pues no hay información al respecto en las fuentes medievales. La Alhambra ha sufrido muchas modificaciones físicas a lo largo de su historia, por lo que, en la actualidad, conocemos un recinto muy transformado con respecto a cómo debió de ser durante los siglos XIV y XV. El monumento no sólo debía de acoger al corazón de la familia reinante nazarí –es decir, al sultán y sus parientes más allegados, como sus esposas, concubinas, hijos e hijas, etc.– quienes, interpreto, debían de residir fundamentalmente entre el Palacio de Comares y el de los Leones; como residencia palatina, la Alhambra también tenía que dar cobijo a la familia extendida del sultán –padres, hermanas y hermanos, primos, tíos y tías, abuelos, etc. –, por lo que sabemos por los hallazgos de la arqueología o por referencias diseminadas en las fuentes que debía de haber otras viviendas en las proximidades de los palacios nazaríes e,
incluso, en la propia ciudad de Granada y fuera de ella, en la que éstos habitaban.
Se sabe, de hecho, que las sultanas nazaríes, las más tarde conocidas como las “reinas moras” cuando es conquistada Granada por los cristianos en 1492, tenían propiedades que ellas mismas administraban –es decir, heredaban, adquirían, vendían o alquilaban– a través de representantes legales.
Lamentablemente, las fuentes árabes y cristianas no aportan información exacta acerca de los rincones residenciales de la Alhambra. Sí conocemos algunos matices por un tratado político, escrito por el que fuera visir y secretario de la Alhambra en el siglo XIV, Ibn al-Jatib, quien indica cómo estas mujeres estaban sometidas a continua vigilancia con el objeto de que no escaparan de los palacios y de que, en el caso de que lo hicieran, su ausencia se percibiese pronto, pues como afirma este autor, “no hay perfume bueno que se huela al instante” cuando sale de su recipiente. También se sabe por esta fuente que, moralmente, dichas féminas estaban bajo la custodia de las ancianas, ya que éstas no podían inci
tarlas a cometer malas acciones. También revela este tratado que el sultán tenía, al parecer, su alcoba entre las de sus mujeres, supuestamente para poder visitarlas cuando le placiese, y que aquella mujer que daba a luz era emplazada en un aposento privado en el que podía gozar de la independencia que requería su nueva condición.
Sin embargo, éstos son ante todo detalles sueltos, por lo que tuve que imaginarme en qué espacios debió de desarrollase la vida cotidiana de la familia nazarí y, por ende, de sus mujeres para elaborar este apartado, que ha dado pie a visitas especiales que he guiado en la Alhambra. Y es que visitar hoy día aquellos espacios alhambreños en los que debieron de vivir día a día estas mujeres es todo un misterio que despierta bastante la curiosidad y la imaginación.
P. El libro Las sultanas de la Alhambra. Las grandes desconocidas del reino nazarí de Granada (Siglos XIII-XV) ha tenido una gran acogida de ventas, ¿a qué cree que se debe? ¿piensa que la investigación sobre nuestro patrimonio enlazada con el papel de la mujer en el reino nazarí hace más interesante la temática para el lector?
R. Puede ser. Es cierto que este libro tuvo una gran acogida, algo que agradezco profundamente a toda persona que se interesó por él. La Alhambra siempre genera interés, por lo que cualquier tema relacionado con ella que se estudie siempre es bienvenido. Tal vez la clave de esta obra estuvo en conectar dos temas que por sí mismos despiertan curiosidad: la Alhambra, por un lado, como ya comentaba, y un colectivo de mujeres desconocido y nunca hasta entonces abordado, como era el de las sultanas que vivieron en ella. Esta nueva perspectiva del monumento, el lado femenino de su historia, generó bastante interés.
P. ¿Qué proyectos o investigaciones tiene actualmente en desarrollo? ¿Podría hablarnos un poco sobre ellos?
R. En la actualidad, sigo sumida en la investigación sobre temas nazaríes, que me apasionan. Hace unos meses finalicé un libro sobre la vida y el reinado del primer emir nazarí, Muhammad I, que me ha servido de hilo conductor para explicar cómo se produjo la fundación del Reino de Granada a lo largo del difícil siglo XIII. Si todo va bien, este libro verá la luz este mismo año. Por otro lado, sigo dirigiendo un proyecto de investigación sobre el Palacio de Dar al-Horra, situado en el Albaicín, que me fue encargado y que es financiado por el Patronato de la Alhambra y el Generalife. En este proyecto, en el que participamos cinco investigadores de distintas especialidades e instituciones, pretendemos estudiar dicho edificio desde diferentes perspectivas -histórica, arquitectónica, ornamental, etc-, tanto durante el periodo nazarí como en época ya cristiana. Adelanto que Dar al-Horra tiene una historia apasionante. Hemos encontrado datos muy curiosos que revelan la gran versatilidad funcional del edificio en su transición de manos nazaríes a cristianas.
Igualmente, la editorial Brill me ha encargado coordinar una Historia de Granada durante la época medieval y principios de la Edad Moderna que, por primera vez, verá la luz en inglés. Este volumen abarcará, desde muy distintas perspectivas –política, social, cultural, científica, literaria, artística, arquitectónica, arqueológica, etc. – el desarrollo de la ciudad en las distintas fases que atravesó durante la época andalusí, desde el siglo VIII hasta el XI, en que fue fundada por los beréberes Ziríes, luego bajo las dinastías almorávide y almohade, en su trayectoria nazarí como verdadera capital de un reino, y posteriormente una vez fue conquistada por los Reyes Católicos, con las transformaciones sociales y urbanas que en ella se produjeron en consecuencia durante los siglos XV, XVI y XVII. Para la elaboración de este trabajo he contado con un equipo maravilloso y multidisciplinar de especialistas, entre los que figuran arabistas, investigadores de Historia Medieval, de Historia del Arte, arquitectos, arqueólogos, etc.
Por último, tengo en perspectiva preparar la segunda edición de “Las Sultanas de la Alhambra”, que incluya nuevos datos y bibliografía, así como sigo pensando y trabajando en otros proyectos que exploren nuevos aspectos de la historia nazarí y meriní.
Si lo desean, esta publicación pueden adquirirla en Unebook.